El peor invento

El peor invento

El peor invento

Historias de Viajes

Natacha Medina

@natachamed

 

Seis tarros de champú Pantene, tres de acondicionador de la misma marca, siete cajas de crema dental Colgate, un vestido por si hay una fiesta elegante, otro, por si es menos elegante, y otro por si acaso; Dolex y pastillas para sanar cualquier dolor imaginable, cuatro vestidos de baño, ocho pantalones, veinticinco camisetas; esmaltes, limas, cepillos y todo lo que necesite la niña para estar tranquila y cómoda durante un año.

Probablemente esto equivale a treinta kilos… pero además, un morral inmenso colgado en los hombros…súmele otros diez.

  • Para llevar tus cosas, lo mejor es empacar en una tula, son perfectas porque en ellas cabe todo y parecen sin fondo; la llenas y la llenas y ella realmente nunca se llena.
  • Mami… ¿una tula? Voy a parecer un soldado.
  • ¡No importa, es lo mejor!, hazme caso y dile a tus amigas que hagan lo mismo, ¡me lo van a agradecer! Además, Ángela la mamá de Melissa, también piensa lo mismo.

Veinticinco horas de vuelo, cuatro horas de discusión en inmigración, cuarenta grados de temperatura y una humedad que en Colombia no se conoce… y ahí estábamos, cinco amigas arrastrando cinco tulas más el equipaje de mano; recorriendo un kilómetro desde la portería del kibbutz hasta nuestras habitaciones. Un montón de calorías gastadas, agotamiento y dolor físico, ¡Ahh! Y un montón de ropa rota por el roce de la tela de la súper tula contra el piso.

Felices, sorprendidas, agotadas y ansiosas, pero sobre todo, añorábamos y reclamábamos por aquel invento loco que algún día alguien creo… la espectacular maleta de rueditas!

 

  • Mami, llegamos, ya estamos en el kibbutz.

 

  • Naty, como les fue? Estoy feliz de oírte.

 

  • Muy bien mami, todo perfecto, ¡estamos felices de estar acá!

Mucho años después y en medio de una tarde conversada, le conté a mi mamá, que su gran consejo aún estaba en mi memoria; le confesé, que mi primera gran lección de independencia, era que los padres no se las sabían todas; que las tulas son el peor invento de la humanidad y que en Israel también venden Shampo Pantene y Colgate.

Y ella, en ese momento, y aun cuando recuerda mis palabras… llora… sí, ¡pero llora de la risa!

 

 

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